Aferrarse a la vida

(Cronica)
Preparaba el desayuno cuando de pronto tocaron a mi puerta.

Rápido abrí pues los gritos de mi vecino que me pedía ayuda no eran para menos. Vero, nuestra vecina, estaba muy mal, había que llevarla a un médico. Desde luego aporté mi cooperación y Flor pudo llevar a Verónica al médico. El diagnóstico fue desastroso: enfermedad renal.

Por lo avanzado de la enfermedad el médico sugirió se le llevara a un Hospital o Clínica, con apoyo de la familia las dos mujeres  partieron hacia México, a la clínica de los cañeros. Otra vez los vecinos y no vecinos cooperamos para los pasajes de avión. Allá estabilizaron a la chica pero dijeron que la única manera de salvarle la vida era un trasplante.

Un alma caritativa logró el ingreso de Verónica al IMSS, ahí la sentencia fue peor: su hija ya no tiene remedio, mejor llévesela a su casa. Aparte del problema renal ahora tiene hepatitis B. La madre desconsolada llegó a casa a contar su desgracia entre llanto y llanto. Otra vez le dimos ánimo y conseguimos un segundo estudio químico que demostró que no había Hepatitis y por tanto podía seguir el protocolo del trasplante de riñón que Flor le donaría por ser su mamá.

En México Verónica tuvo que pasar por muchas pruebas para llegar a la cirugía del trasplante, una de ellas del psicólogo, quien no la consideró apta a Verónica para tal operación. Otra vez, la condena de una joven. Pero desde Huixtla se llamó a una ONG de México que atendía estos casos y a través de ellos se logró que avanzara el trámite del trasplante.

En una de esas visitas a México, Verónica se puso muy mal de salud, al grado que fue necesario internarla. Su hemoglobina estaba por los suelos y mal renal afectaba ahora otros órganos. Pero Flor, la madre abnegada seguía al pie de la cama de hospital. Cansada por estar tanto tiempo dentro del nosocomio, Flor salió a desayunar algo, cuando regresó la enfermera ya no la dejó entrar.

“Su hija lamentablemente falleció señora, apenas hace unos minutos”, le comunicó la enfermera. “Espere afuera porque vamos a preparar el cuerpo para que se lo lleve a Chiapas, tardará un tiempo todo el trámite, sea paciente”, al comentar esto último la enfermera se retiró.

A Flor no le importó nada las indicaciones y entró al cuarto, ahí estaba su hija tendida, inerte, cubierta con una sábana blanca con las siglas del IMSS. Sin temor alguno Flor se arrojó con todo el amor de madre hacia el pequeño cuerpo de su hija y soltó el llanto, apenas rebasaba los 15 años. En ese momento se produjo el milagro, escuchó un pequeño quejido, de inmediato flor levantó la sábana y vio a su hija que abría los ojos. Sin pensarlo dos veces salió gritando “Mi hija vive, mi hija vive”. Los médicos llegaron de inmediato y corroboraron que era cierto ese dicho.

Pasaron los meses, el trasplante se prorrogaba dado las constantes caídas en la salud de Verónica. Pero por fin llegó el momento de la cirugía. Todo salió bien. Recomendaron todo a la nueva poseedora del riñón. No cumplir con los requisitos post operatorios vendría un mal resultado. Y algo salió mal, porque a los cinco meses Verónica estaba en Huixtla otra vez internada, se quejaba de un fuerte dolor en el lado del riñón. Hubo que hacerle estudios y éstos arrojaron que el riñón fue rechazado, algo pasó, un descuido de ella, un medicamento no tomado a tiempo, algo sucedió. Hubo que retirarle el riñón mediante cirugía. La pesadilla de Flor y Verónica volvió al presente.

Desde ese día Verónica sigue en espera de otro donador, lleva más de ocho años con diálisis. Unos días está bien, otros debe estar en el hospital por una recaída. No se sabe cuántos litros de sangre ha necesitado para volverla a la vida. Los gastos económicos de Flor son enormes pero ahí va viviendo día a día con su hija.

Relato esto, porque la vida de Verónica no ha sido  fácil, otra en su lugar ya hubiese sucumbido, pero ahí sigue aferrada a la vida. Su mamá también es el principal motor de esa vida, gente de escasos recursos que busca por todas partes para salir adelante.

Por eso cuando vi que le obsequiaron un refrigerador para que Verónica siga haciendo sus manjares y se ayude en su enfermedad me dio mucho gusto, son detalles que se agradecen. No vale la crítica cuando no se conoce cómo se ayuda.

Vero y Flor son mis vecinas, a cada rato nos vemos y les damos ánimo, Vero es ahora una mujer cuyo único sueño es aferrarse a la vida. Nota de Margarita Moreno.

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